Mientras que el té fue adquiriendo un alto nivel de consumo tanto en Japón y China, la información relativa a esta bebida hasta entonces desconocida comenzó a llegar a Europa, en esa época la marina portuguesa era una de las mayores potencias navales, manteniendo una canal comercial casi exclusivo con China no es por tanto de extrañar que el primer europeo del que se tiene constancia de haber escrito sobre esta infusión fué el jesuita portugués Jasper de Cruz en 1560, que lo probó cuatro años antes como misionero en un viaje comercial.
Los portugueses desarrollaron una ruta comercial llevando el té a Lisboa,desde la cual se exportó a Francia, Holanda y los países bálticos. Gracias a las buenas relaciones diplomaticas entre Portugal y Holanda permitió a esta última participar también activamente en las rutas orientales.
Debido al éxito del comercio de la Armada holandesa en el Pacífico, el té se puso muy de moda en la capital holandesa de La Haya. Aunque en parte debido a su elevado precio se convirtió en una bebida exclusiva para la clase alta.
Poco a poco es volumen de importación fué aumentando y en consecuencia el precio del producto disminuyendo ,convirtiendose en un producto cotidiano entre los ciudadanos.
El consumo en Holanda alcanzó tal nivel que se comenzaron a realizar estudios sobre las propiedades de esta bebida.
Aproximadamente sobre el año 1680 aparecen los primeros locales similares a lo que posteriormente supondrían los salones de té. La afición por esta infusión fué creciendo hasta expandirse por todos los países de Europa principalmente en Francia y los países bálticos. Aquí en España su consumo se limitó a la alta burguesía dominante.
En la actualidad se ha producido un resurgimiento del consumo del té principalmente debido a la aparición de numerosas variedades de aromatizados.